Para quien no lo sepa, el sumo o lucha sumo es un tipo de lucha libre donde dos luchadores contrincantes o rikishi se enfrentan en un área circular. Es el deporte nacional del Japón.
Los deportistas que practican este deporte se caracterizan por su peso, que alcanza incluso 250 kg, sin que por ello pierdan su agilidad. Además de un intenso entrenamiento, deben acompañar sus ejercicios con una dieta que les aporte los nutrientes que necesitan (y la grasa que les rodea).
Pues estos luchadores consumen ni más ni menos que 20.000 kcal diarias, cuando una persona que hace deporte normalmente apenas consume 3.000.
Estas cantidades tan brutales de calorías sobrepasan con creces lo que sus cuerpos queman en un día, por lo que sus organismos generan grasa para poder almacenar esa energía extra.
Encima los luchadores de sumo dividen esas 20.000 kcal en dos súper comidas de 10.000 calorías cada una de ellas y tras la comilona, se pegan una siesta de unas 4 horas, disminuyendo el metabolismo y fomentando el que se acumulen en forma de grasa.
¿Y que suelen comer?
Todos los días lo mismo: chanko-nabe. Esto es un cocido en el que los cocineros meten casi cualquier tipo de ingrediente que le de sustancia al caldo de verduras. Estos ingredientes incluyen ternera, pollo, pescado, tofu, huevos, mariscos, fideos, hongos... A menudo los cocineros cambian los ingredientes y los mezclan para que las comidas no sean tan monótonas, pero al final, siempre comen esto. Un día sí y otro también.
El luchador Takamisugi, de 630 libras, es famoso por haber comido 65 tazones de estofado en una misma comida.
Además de este cocido, tiene permitido comer arroz y beber cerveza.
Nada más.
Estos luchadores tienen una esperanza de vida de entre 60 y 65 años (unos 10 años inferiores a la media de Japón), y esto es debido a que al tener semejantes cuerpos son muy propensos a los infartos, a padecer de hipertensión o a desarrollar diabetes mellitus.